Desde siempre sentí una conexión profunda con el arte, una atracción que no sé bien de dónde viene, pero que siempre estuvo ahí. Las artes plásticas fueron mi refugio, mi juego y mi forma de expresión. Empecé como quien encuentra un pasatiempo, y con el tiempo entendí que era mucho más que eso: era una manera de vivir.

Durante años busqué darle un propósito concreto a mi arte. Intenté encajar en etiquetas, definirme, complacer al ego con rótulos que le dieran sentido a mi impulso de crear. Pero hoy entiendo que no necesito justificar lo que hago: simplemente dejo que mi alma hable y comparto lo que nace.

Mi estilo es libre. Me gusta explorar, probar técnicas, materiales y soportes distintos. Disfruto del proceso, del juego, de lo inesperado. No quiero limitarme en un universo tan amplio como el de la creatividad. Me permito ser, más allá de los gustos y de las formas.